"PIES SOBRE LAS MESAS. YA NO BASTA CON REPETIR Y VOMITAR". JESÚS HERNÁNDEZ

jueves, 9 de mayo de 2013

La dimensión "bíblica" de la enseñanza

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Lucas > Parábola de la oveja perdida (42:15:1 - 42:15:7)


—¿Qué hombre de vosotros, si tiene cien ovejas, y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la que se ha perdido, hasta hallarla?
Y al hallarla, la pone sobre sus hombros gozoso,
y cuando llega a casa reúne a sus amigos y vecinos, y les dice: “Gozaos conmigo, porque he hallado mi oveja que se había perdido.”
Os digo que del mismo modo habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento.

Estas palabras de la Biblia me vienen muchas veces a la mente en relación con mi trabajo. Porque, amigos/as míos/as, ¡es lo que tiene cumplir años!, que vas entendiendo cosas que de jovencita te parecían barbaridades. Porque a mí, cuando era pequeña y adolescente, esta parábola de la Biblia, me parecía una barbaridad de las grandes (también la de Jesús en el templo, donde perdió los nervios y arremetió violentamente contra los mercaderes, pero eso da para otra entrada, y como siga así, hablaremos de teología y no de educación).
A lo que iba...¿cómo que el Señor, pensaba yo, se alegraba más por un pecador arrepentido que por cien justos, justísimos, todos los días del año? ¿Pero qué vara de medir era esa?
Primero pensaba que Dios no era justo; después, que no valía la pena ser bueno todos los días, ¡con arrepentirte cuando la necesidad apretara...!
¡Menos mal que tenía a mis padres en casa, que con su ejemplo predicaban que había que ser buenecita y no hacerte daño a ti misma ni a los demás,... porque en este caso la doctrina cristiana, me servía para bien poco!

Yo, bien buenecita, de pequeña

Hay niños/as que tienen suerte; su contexto no es violento, las enseñanzas que reciben son adecuadas,... digamos que se les riega, abona y cuida adecuadamente. Pero, desgraciadamente, no siempre es así, y en clase tenemos a veces "ovejas descarriadas" con las que tenemos que lidiar.
La elección de los criterios para clasificar a estas criaturas como "ovejas descarriadas" no es una cuestión baladí, pero no podemos detenernos ahora en eso. 
En mi larga carrera profesional he tenido algún caso que otro, de los que todos/as coincidiríamos en clasificar cuando menos como alumno/a difícil. Un desafío para cualquier maestro/a, que ve cómo de golpe le cuesta bastante más ganarse su sueldo. 
Siempre he pensado que esa lidia era desigual. Un David frente a Goliat. Una persona adulta que tiene todas las herramientas a su alcance, y un menor que solo tiene una gran rabia dentro. Que esa rabia no estaba dirigida a mí en concreto, lo he sabido siempre. Pero que yo estaba allí en ese momento, que interfería en sus planes, que no encajaba en su esquema de las cosas en ese preciso instante,...también. Y con eso había que trabajar. El que unas veces se solucionaran bien las cosas y otras, no, era siempre mi responsabilidad. Así que cuando no conseguía llegarle, la que volvía a casa con una gran rabia interior era yo. 
Recuerdo concretamente una vez que fuimos de excursión y terminé chillando ¡y de qué manera! al alumno/a difícil de turno. Naturalmente, de momento, ahí se acabaron los problemas, pero la frustración, el saber que no había estado a la altura, la vergüenza por mi comportamiento, me duraron varios días,...hasta que le pedí perdón,...y esperé que me lo pidiera él a mí,...¡pero se me olvidó que la lucha era desigual, que mis herramientas eran más numerosas que las suyas, que tendrían que pasar años para que comprendiera...! 
Me costó superar el pensamiento de que yo me había comportado de una manera excelente, ¡una maestra pidiendo perdón a un alumno! ¡Gran profesional,...plas, plas, plas,...!
Es duro reconocer eso, pero no hubo grandeza alguna; hice lo que había que hacer si no hubiera hecho lo que no debí hacer nunca. Y mi alumno así se lo tomó, tal como era la cosa, con naturalidad. Me perdonó (me lo dijo) y no me pidió perdón, y yo tuve que vivir con eso unos días, hasta que comprendí que el sabio era él, y que yo siempre sería una aprendiz, por muy maestra que me considerara.
Estas enseñanzas, por cierto, se repiten con gloriosas variantes, casi todos los días en mi trabajo, si bien es verdad que afortunadamente, no hay que llegar para ello a estas situaciones extremas.

Aquí os dejo uno de los correos con que algunos de mis supuestos alumnos descarriados me obsequian de vez en cuando. Yo no sé a vosotros, pero a mí me vale mucho más que pedirme perdón mil veces...
¡Ah, se lo conté a un tutor virtual que me he buscado para que no me agobie la responsabilidad, y que tiene la peregrina teoría de que todo lo bueno que haces en este mundo te lo terminan devolviendo...!


Bueno, Conchita... si te digo la verdad no me acordaba de que grabamos aquellas tomas. Hoy, recordando aquellos tiempos como "Blogmaniacos", he decidido entrar para echar un vistazo y me he tropezado con esta entrada y he decidido dejar este comentario. Solo quería deciros que espero que os lo paséis muy bien, porque solo os queda 1 mes como "Blogmaniacos", como dice nuestro compañero Joaquín, más conocido como "Mateo". Bueno, sin querer enredarme más, que disfrutéis todos mucho y, Conchita, si hace falta algo aquí estoy, de los pies a la cabeza (jaja) .

Lo de XX me ha alegrado mucho. Te está haciendo un pago diferido de lujo, acorde con la dedicación que le prestaste.
Jesús Hernández
El 29/04/2013 21:17



El caso es que, y volvemos al principio de esta entrada, entendí de golpe la parábola de la oveja descarriada, es más, empecé a pensar si la oveja descarriada no sería yo, ¡ilusa de mí, que creo estar a salvo de todos los descarríos de este mundo!