Eran las pequeñas de siete hermanos. La primera se llamaba Trinidad, dicen que el nombre de Fifí se lo puso Julia, en referencia a "la moda de París" que seguramente escucharían por la radio de entonces. La segunda es mi madre, la menor de todos, la que escuchaba de su madre cuando la acusaba de quererla menos que a los demás: "¿Qué dedo de la mano me cortaré que no me duela?"
Ser la pequeña debió de hacerla muy fuerte, o ya nació así, ¡vete a saber! El caso es que cuando mi padre fue a "pedir a la hija", mi abuelo le contestó que eso era porque no sabía el genio que se gastaba.
Hoy escribo sobre ellas porque las he tenido muy presentes al ver la película
"La boda de Rosa" de Icíar Bollaín, que abrirá este año el festival de cine de Málaga.
Entre las dos montaron un taller de costura que llegó a ser importante en el pequeño pueblo en que vivían y alrededores. La mente creativa era Fifí, la mayor de las dos; mi madre era la que mantenía los pies en la tierra, se encargaba de pelear con las chicas del taller, las clientas y los números, aunque también era modista, y lo siguió siendo toda su vida, aun cuando dejó el taller al casarse.
Yo la recuerdo de pequeña siempre con la aguja y el flexo. Cuando fui creciendo empecé a ayudarla porque siempre había prisa y plazos de entrega. Coser bajo presión puede llegar a ser muy estresante. Por eso nunca quise aprender a coser a máquina, ahí estuvo mi límite. Pensé que si consentía en eso mi destino estaría sellado. Y yo amaba los libros por encima de todo. Quería dedicarme a algo donde siempre estuvieran presentes. Mi padre tuvo la culpa de esto último, me contaba unos cuentos arrebatadores que luego busqué en los libros... Pero eso es otra historia, que además he contado más de una vez.
Ahora, echando la vista atrás, pienso que a mi madre debió de dolerle que yo despreciara de aquella manera su trabajo. Entiéndanme, ella quería que estudiara y no llevara la vida tan sacrificada que ella tenía, pero supongo que le hubiera gustado que valorara más lo que ella hacía.
Ahora, que tan de moda están los Talleres de Costura Creativa, me acuerdo mucho de ellas, y cuando he visto en la película las perchas con toda esa ropa, las estanterías con las cajas de botones, los maniquíes, el vestido de novia de Rosa... me han venido los recuerdos como un torrente.
Mi madre diciéndome: "Deja de ayudarme que ya sigo yo, tú estudia para que vivas como una señorita". En aquella época, que tu hija llegara a ser maestra era como una demostración de que se podía subir de escala social. Tener una "paga del gobierno" era para ella lo mejor a lo que podía aspirar su hija, vista la inestabilidad de su vida laboral (y la de mi padre, ya que estamos).
Esto, en teoría, es una bonita historia con un final feliz, pero cuando mi padre le soltaba a veces; "¡Si vives como una marquesa...!", ella contestaba: "¡Pues sí que han venido a menos las marquesas!" Todos los días me viene a la mente esta frase. He vivido con un nivel económico superior al de mis padres, con un trabajo más leve, pero ¡el nivel de marquesa ni lo he rozado!
Porque... soy mujer, soy una Rosa sin hermanos, pero con marido e hijos, porque he trabajado fuera de casa, dentro de casa y en los aledaños de casa. Porque estiran de mí en varias direcciones y con distintas intensidades todos los días, porque todavía me siento culpable si pienso que un día no he sido bastante productiva, porque soy incapaz de estar sentada mano sobre mano sin hacer nada. Porque para ayudar a Mercedes (@londones) a hacer la tesis sobre Blogmaníacos, hemos estado varias veces a punto de rendirnos por falta de tiempo personal, de mismidad. Porque soltarnos el sujetador y casi casarnos "estilo Rosa", nos costó muchas miradas condescendientes.
No sé si me volvería a casar como ha hecho Rosa (aunque confieso que me lo he planteado después de ver la película), lo que sí me ha hecho comprender Icíar con este film es la justificación de lo que estoy haciendo últimamente. ¡Señoras y señores, hace más de un año que no paro de bordar y últimamente hasta coser (a mano, eso sí)! Pienso que en cierto modo, para desagraviar a mi madre y a mi tía Fifí, para demostrarles que respeto lo que hicieron, que las admiro, que intento ser creativa como ellas,... Pero también para indicar en mi casa que respeten ese espacio que he decidido asumir, que bordo o coso porque quiero mismidad, que durante ese tiempo no soy "Rosa", no estoy disponible, no deben contar conmigo.
¿Es la costura, el bordado en mi caso, un cortafuegos emocional? El caso es que me relaja, me enorgullece como hija, sobrina y nieta de modistas, e hizo que la película me llegara muy adentro.
Por ser de mujeres, por ser de mujer modista, por ser de mujer necesitada de mismidad desesperadamente, como todas nosotras... ¡Ahí es nada lo que nos plantea Icíar! No se la pierdan, de verdad, de lo mejorcito que ha hecho.
PD: Como todo buen post debe ilustrarse con imágenes, aquí les dejo algunas de lo que he hecho últimamente, para que no piensen que es postureo todo lo que les he contado...