Cuando de adolescente leí el Fausto de Goethe, pensé que ¡cómo exageraban los escritores con tal de dar con un tema impactante! ¿Quién iba a querer dar su alma a cambio de la inmortalidad o de cualquier otra tentación semejante? Como siempre, me quedé en una lectura superficial, que no supe extrapolar a mis vivencias de entonces.
Es algo así como el to be or not to be de Hamlet, por el que han tenido que pasar varios años de mi vida para que comprendiera en toda su extensión.
Actualmente, os aseguro que uso esa frase a menudo con mis alumnos/as de primaria, ¡y lo entienden perfectamente!, no quiero que tarden años en comprender, como me pasó a mí.
Simplemente les digo cuando surge algún problema en clase o en su vida (que viene a ser lo mismo en estas edades), que la cuestión está ahí: ser lo que uno cree que tiene que ser, con todas sus consecuencias, o no ser y mirar hacia otro lado esperando que todo se arregle por si solo, o no, (¡a mí qué más me da!)
El compromiso, incluso a estas tempranas edades, me parece fundamental, y no necesito una clase de Ética o Educación para la Ciudadanía para transmitirles esto; algo con lo que yo, y todos los humanos, luchamos continuamente.
Estos prolegómenos pretenden que comprendáis la razón por la que haciendo oídos sordos de estas dos obras de arte de la literatura, y de las enseñanzas de mis santos padres, acabé "vendiendo mi alma al diablo" y "no siendo", todo a la vez, junto, mezclado y agitado (para escándalo de James Bond y sus martinis).
Quizá es porque vivimos en el país de los pícaros, quizá porque el que no llora no mama, pero el caso es que si no hubiera espabilado estaría aún con la tiza y la pizarra verde, y me hubiera muerto de aburrimiento, inanición, falta de oxígeno, falta de vida,...
Yo quería tener dotación digital, ¡vaya si la quería! Tenía el tiempo, las ganas, la ilusión, la experiencia, pero...¡no tenía el material para investigar en la web 2.0! (Vivo en la Comunidad Valenciana, no lo olvidemos).
Mi alumnado rural de la pública se iba a quedar, como siempre, fuera del partido, pero eso... ¿a quién le importaba?
A la Administración, ni por asomo (¡Estos de la pública piden más que un fraile!); a las familias, tampoco (¡que enseñen como siempre, vamos a dejarnos de "experimentos" que luego pasa lo que pasa...! ¿?); a la sociedad, más bien le resbala (¡ya están los maestros echando la culpa a la falta de material, y con las vacaciones que tienen!...).
Así que, como siempre, la cuestión se reducía a mis alumnos/as y yo. Y ellos son menores, no pueden perpetrar contubernios, su inocencia debe quedar a salvo...
¡La maestra! ¿Quién si no?
Así que empiezo a mover hilos...
Pido al equipo directivo la dotación. Se me concede un ordenador que han retirado de secretaría, que es el que tengo todavía, desde el año 2008, cuando el pobre ya llevaba varios cursos de servicio administrativo. Aún funciona, si bien es verdad que con la ayuda inestimable del jefe de estudios, que acude a mis frecuentes llamadas de auxilio.
Nuestro viejo ordenador de clase |
Como acabábamos de ganar un premio en Espiral, con él en la mano, me fui al Ayuntamiento para pedir un proyector para la clase. Se me dijo que lo estudiarían y así fue. Al cabo de unos meses, se nos instaló en el aula.
A continuación, me armo de valor y pido al SAI una dotación completa para Blogmaníacos, aduciendo nuestro nuevo premio al mejor blog de aula en el concurso de Espiral, y los objetivos que pretendo conseguir con ese material.
No os lo vais a creer, pero tardaron ¡tres años en contestarme! (yo, mientras tanto y periódicamente, les reiteraba la petición).
Así que, ¿qué más podía hacer? ... Pues introducirme en los circuitos ilegales. O sea, negociar con las editoriales. Tocaba cambiar los libros, llevábamos ya la pila de años con los mismos. Dentro de unos estándares de calidad, ¿qué más nos daba una editorial que otra? Bueno, sí que nos daba...nos inclinaríamos por la que mejor nos dotara, en el sentido literal de la palabra. Y hablé, y negocié, y exigí,...y me sentí mal, sucia, poco íntegra,...pero la pregunta importante era ¿perjudico a mis alumnos con esto? ¡No!, me contestaba. Tienen que comprar libros y no les van a servir los que les presten, porque digamos que... han prescrito por antigüedad aguda.
Así que me vendí al mejor postor, y conseguí un portátil para la clase (tampoco vayan a pensar que abrí una cuenta en Suiza...).
A los dos años, y por buen hacer de la comercial, se nos entregó un segundo portátil. Aquí doy cuenta de ello.
Uso y disfrute del segundo portátil en nuestra clase |
Entretanto nos llegó la PDI del SAI, que es lo único que la Administración ha hecho por nosotros.
Ahora lucho, ¡y cómo! por introducir las tabletas en el aula. Me compré una de mi bolsillo para investigar sobre sus usos educativos. Sigo haciéndolo en verano. He movido cielo y tierra para conseguirlas. Pedí en claustro ¡UNA! para trabajar en clase. Se me negó aduciendo que mientras otras clases no tengan la dotación que tiene la mía no pueden comprarla.
El diablo me volvió a tentar. En este caso con una nueva editorial que prometía varias tablets. El problema era que al aprobarse la ley Wert tememos que cambien temarios y los libros no sirvan, con lo que las familias tendrían que comprar otros nuevos al año siguiente. Conseguí que no me cegara mi pasión por las tabletas, fue difícil, estuve tentada hasta el último día, pero no he cambiado los libros, las familias se los pueden seguir prestando, y yo...me quedo sin material para investigar...
Todavía tengo la ilusión, las ganas, la experiencia y mi tiempo, que he decidido regalar, para trabajar en el campo de la inclusión de los dispositivos móviles en el aula, pero....¡no tengo el material!
Y esta vez, el diablo ha perdido la partida...
Se me ha sugerido que visite las tiendas de los chinos, dicen que allí hay unas tablets bastante asequibles...¡es una opción!
¿Con el dinero de quién?...
...Pueden imaginarse la respuesta...
¿Con el dinero de quién?...
...Pueden imaginarse la respuesta...